Concurso Bagnoli – Parque de la Esperanza

Bagnoli, Italia
Locación
2021
Año
19.0000 m2
Área

Al Sur-Oeste de Nápoles, se encuentra el barrio de Bagnoli, nombre, que proviene del latín balneolis (pequeño baño), que se refiere a las termas de agua caliente natural que aún existen, en las faldas del monte Agnano. Es posible imaginarlo en su remoto pasado: un enclave de belleza natural, descanso y placer, donde el calor de la tierra y la frescura del mar aportaban bienestar y gozo. La Gruta de Seiona comunica con el antiguo palacio imperial de Posilypum, en la preciosa bahía de Trentarmeni: el caminante casual desemboca de improviso, asombrado y dichoso, en ese punto exacto en que la naturaleza se encuentra con la simple majestad de la arquitectura romana.
Pero la historia reciente fue demasiado dura con este rincón, una vez paradisíaco. La ceguera ambiciosa de la era industrial vio en el enclave un valor meramente económico, y convirtió a Bagnoli en uno de los principales polos de la industria del acero en el sur de Italia. El concreto duro y áspero oscureció la belleza natural. Las chimeneas escondieron el cielo y la línea de los volcanes. Un puerto macizo e indiferente reemplazó la playa y separó al pueblo del mar. La brutalidad del concreto cobijó también la brutalidad de los corazones: en la década de 1930, se construyó en Bagnoli un imponente edificio para acoger el Ministerio de Guerra. Luego lo ocuparon las juventudes fascistas y, más adelante, los suboficiales nazi. Bagnoli vio la llegada de las fuerzas aliadas al Sur de Italia, y el mismo complejo acogió miles de pobres refugiados del Este de Europa. La cima de la tragedia llegó cuando muchos de ellos fueron repatriados a la fuerza por los Aliados, de vuelta a manos del gobierno Soviético para sufrir en los gulag o morir ejecutados. En las palabras del poeta Guido Ceronetti: “Bagnoli fue destruida; un imperio, uno de tantos, de la pura materia y del puro poder.”

Pero el paisaje sigue ahí, con su mar y sus volcanes. Y el pueblo sigue ahí, necesitado de belleza y de alegría. Es necesario romper con la costra amarga con que el siglo XX cubrió el lugar. No se trata de borrar ni de volver a atrás, sino de favorecer que la vida, natural y humana, se abra paso como una raíz que rompe el concreto. Es necesario volver a conectar a la gente con su lugar: devolverles el acceso al agua salada del Tirreno, restituirles el verde y el dorado de sus acantilados. Que puedan volver a ocupar los terrenos baldíos, entre el escombro y el óxido, para conducir vidas saludables, felices y dignas. Que Bagnoli vuelva a ser para Nápoles un verdadero pulmón: un refugio, una posta para familias, enamorados y paseantes solitarios.

Por todo esto, proponemos una revitalización y re-dignificación total del lugar, devuelto a manos de la comunidad en ausencia de la pesada industria siderúrgica que se abandonó hace casi 30 años: la renovación del borde costero para volver a convertirlo en una playa, capaz de acoger a las familias de Bagnoli y de toda Nápoles (conectadas con el barrio a través de una nueva estación de metro); y un parque verde y hermoso, con sombra abundante para protegerse del sol del verano, que invite a recorrer el paisaje en trayectos placenteros y meditativos. En los recorridos, los restos macizos e imponentes del pasado industrial no serán anulados (porque, nuevamente, se trata de moverse hacia el futuro sin suprimir el pasado): las chimeneas y otros hitos quedarán en pie, como lugar de memoria y aprendizaje. Pero ahora quedarán incorporados al parque, salpicados de vegetación y puestos al alcance de la mano. De esta forma, en más de un sentido, Bagnoli tendrá el aspecto del futuro mismo: un futuro en que la civilización humana avanza en forma cuidadosa y gentil, aprendiendo de sus propios errores y límites, favoreciendo el acceso de la vida en todas las grietas disponibles. Bagnoli, así, será un lugar de esperanza.

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